jueves, 9 de agosto de 2012
MIEDOS
El ser humano nace en situación de extremo desamparo, por tanto el miedo es un sentimiento natural, activado por el instinto de conservación. El instinto nos pone en guardia frente a un peligro, de modo que, si no hay un motivo real que lo justifique, el miedo es algo ilógico, creado por nuestra mente. Por lo general, vivimos paralizados por una cantidad de turbaciones programadas: a ser abandonados, a la muerte, al fracaso, a perder nuestro trabajo o nuestros bienes, a ser robados o rechazados. Y un sinfín de otros motivos. Aunque parezca paradójico, muchas veces le tememos también al éxito, al triunfo o la felicidad. Tanta aprensión, no nos deja disfrutar de nuestro presente, pues siempre nos proyectamos hacia situaciones hipotéticas que tal vez nunca sucederán. Por ejemplo ¿qué son los celos sino miedo al estado puro? Miedo de que la pareja deje de querernos, o se canse y se vaya, o de que se enamore de otra persona. Y mientras perdemos tiempo en espiarlo, revisarle el celular, contarle cada paso, estar pendiente de cada una de sus miradas y en discutir, envenenamos la relación y dejamos de disfrutar momentos agradables y hermosos. Personalmente, creo que los celos son sentimientos que no caben en una relación madura, por una razón bien sencilla: si no hay motivos concretos y visibles que despierten nuestra suspicacia ¿para qué buscarle las cinco patas al gato? Y si hay motivos, si él (o ella) se enamoró de otra persona, entonces la relación no está funcionando, por tanto no vale la pena seguir manteniéndola. También hay padres que sofocan a sus hijos por miedo. Cada edad tiene unas etapas que los chicos deben quemar sanamente. Pero si les prohibimos hacerlo, por miedos excesivos, terminan queriendo experimentar a escondida de los padres, y ahí sí corren peligro de caer bajo el influjo de alguien más experimentado, con consecuencias a veces desastrosas. Lo mejor es entablar con ellos una relación clara desde pequeños, hacerles comprender que creemos en ellos, y por esto le damos nuestra confianza, permitiéndole hacer cosas que la edad amerita, ni más ni menos, manteniendo bajo control nuestra natural aprensión.
Ya que el miedo tiene como objetivo evitar peligros, sirve de mecanismo para frenarnos, impidiéndonos realizar acciones imprudentes. Pero hasta ahí es necesario, pasado este limite, solo sirve para paralizarnos a la hora de avanzar. Hay personas que no ponen en práctica ideas, a veces brillantes, por miedo a fracasar. Otras viven toda la vida dependiendo de un empleo, sin tener el coraje de independizarse o de invertir algún dinero para intentar aumentar el capital. Y la verdad es que nunca sabremos el resultado si no lo intentamos.
Cuando hay dudas sobre si intentar o no cierta acción, es aconsejable que analicemos bien qué nos frena. Y si descubrimos que solo son miedos, debemos tratar de superarlos y darnos el permiso de actuar.
viernes, 15 de junio de 2012
ESCRITO EN LA SANGRE

jueves, 14 de junio de 2012
AMOR

martes, 22 de mayo de 2012
Resentimiento y perdón

lunes, 26 de marzo de 2012
RESPIRACIÓN

domingo, 5 de febrero de 2012
¿Soy o no soy masoquista?

Llorando, me dijo entre otras cosas que el psiquiatra donde la había llevado la hija, le diagnosticó una “conducta masoquista”. La pobre mujer, que asociaba tal conducta con mujeres vestidas de cuero y látigo en mano, se preguntaba asustada si no tendría algún grave y vergonzoso trastorno del cual no tenia conciencia. (Según definición del diccionario, masoquistas son los buscadores del dolor, porque disfrutan con él)
Mantuve bajo control mi justificada indignación, y le expliqué que éstos eran términos que a veces se utilizaban a la ligera. Le hice entender que, culturalmente, las mujeres tendemos a callar y aceptar, y ella no era la excepción. Obviamente, era un error que debía corregir, pero esto no significaba que sufría alguna perturbación psíquica.
La práctica de tachar como masoquistas a las mujeres que participan en relaciones enfermizas ha sido durante mucho tiempo una salida oportuna para la psicología y la cultura. Se trata de un intento muy cómodo, de explicar por qué muchas mujeres caen en un comportamiento de abnegación y sumisión en sus relaciones con los hombres. Al ser educadas, las mujeres aprendemos desde muy temprano ese comportamiento, y por él se nos elogia y recompensa. Pero ¿cómo justificar esta paradoja? Pues el comportamiento que hace de una mujer un ser vulnerable a los malos tratos es el mismo que le han enseñado desde que tiene uso de razón, como femenino y elogiable. El concepto de masoquismo es muy peligroso porque confirma que «eso es lo que realmente quieren ellas», y así se justifica la agresión. La costumbre de asustar a un ´paciente por medio de términos altisonantes, utilizados para expresar sabiduría, debe ser cambiada por explicaciones sencillas y coherentes. En este caso, con analizar un poco la educación conservadora de la señora, resultó muy sencillo comprender por qué soportaba el trato demoledor del marido. No resultó tan sencillo restaurar su autoestima y hacerle comprender que ella y solo ella podía cambiar la situación, pero se logró. Reforzada por la terapia, un buen día se giró hacia el marido y cortó en seco el monólogo de insultos con un cortante ¡basta! Luego, manteniendo bajo control la ira, le soltó todo lo que había acumulado durante treinta años. El hombre quedó tan sorprendido, que al momento no pudo ni reaccionar. Lo hizo luego, obviamente, pero el primer paso estaba dado, y ella le mantuvo cabeza valientemente, y con el tiempo, hasta llegó a sugerir una separación. Inteligentemente, él comprendió que algo muy grave amenazaba la comodidad de su inminente viejez, y comenzó a cambiar actitud. Han pasado dos años desde que conocí a esta dama, y hoy día ella y el esposo gozan de una relación bastante equilibrada, ya que él comprendió que no podría seguir maltratándola sin perderla.
viernes, 24 de junio de 2011
Amor romántico

La fantasía común de estos momentos especiales, es que este estado de gracia durará toda la vida. No es para menos: siempre hemos escuchado que el amor romántico tiene un mágico poder que nos hará eternamente felices.
Tener relaciones sexuales estando en esta dimensión única, es lo más celestial que puede suceder, e irse a vivir juntos al mes de haberse conocido, lo más normal del mundo.
Ambos sienten que se ganaron el premio gordo.
En estos momentos, es muy difícil comprender que cuando un romance avanza a velocidad tan vertiginosa, hay peligro de caer directamente en un barranco.
Es que estas dos personas, no han pasado por el proceso normal de ir descubriéndose mutuamente, porque no ha habido el tiempo suficiente.
Se necesita ir más despacio para que lleguen a un nivel de confianza y sinceridad, base indispensable de una relación sólida. Por más fascinantes que puedan ser, los romances arrolladores tienden a ofuscar a quién los vive.
Para poder ver realmente quién es nuestro nuevo compañero, la relación tiene que avanzar con más lentitud, a un ritmo donde funcione también la cabeza, el razonamiento lógico y la intuición, y no sólo el corazón y los sentidos.
Hace falta cierto tiempo para ver a las otras personas de una manera realista, sin anteojeras rosadas, para poder reconocer y aceptar tanto sus virtudes como sus defectos. Las corrientes emocionales presentes en un amorío apresurado, son de una rapidez y una fuerza tales que ofuscan las percepciones de los enamorados, los cuales se apresuran a rechazar cualquier sombra que empañe la imagen «ideal» del objeto de su amor.
Es lo que pasa cuando están imperando los sentidos: lo que cuenta es cómo hace sentir la otra persona, los sentimientos que desencadena, por lo tanto, la conclusión es que si nos hace “sentir” maravillosamente bien, él o ella por fuerza “debe” ser especial. Por esto nos creemos todo lo que cuenta, asumimos que fue una víctima y nos lanzamos al rescate sin pensarlo; tratamos de satisfacer de inmediato sus deseos y nos desvivimos para verlo feliz.
¿Quién es capaz de ver defectos bajo éste estado de ánimo?
Pero, a veces, la magia que se creó en el primer encuentro, poco tiene que ver con lo que realmente son las dos personas Hay docenas de cosas que pueden exaltar súbitamente los sentidos: la gracia elegante como ella se mueve, la desenvoltura de él al ordenar una comida en el restaurant. La forma de mirar cautivadora, el carisma que exuda, su tono pausado… Con los sentidos enervados, poco importa el resto. Pero es que el resto es lo más importante, pues nada de lo anterior nos habla de sus defectos o sus virtudes. De cómo maneja la rabia, de su honestidad, o de si será capaz de comprender, solamente mirando a los ojos de alguien. La voz de los sentidos no nos dice si será fiel, si es verdad lo que cuenta de la pareja anterior, si es cumplidor y sincero o si podemos confiar…
Tampoco quiero decir que cualquier idilio que marche a un ritmo acelerado está destinado al fracaso. Es obvio que una relación que se inicia con un caudal enorme de emoción y entusiasmo puede resultar maravillosa. Pero es bueno recordar siempre que somos humanos, y por ello sujetos a mostrar la mejor parte de nosotros mismos para ser aceptados. Si además estamos tratando de conquistar a una pareja, bueno, hay quién cree que en esta etapa todo es válido… Así que, si al conocer a alguien sentimos un arrollador sentimiento romántico que nos lleva a querer entregarnos alma y cuerpo, es mejor estar muy alerta, porque nos podemos llevar grandes y desagradables sorpresas.
miércoles, 16 de marzo de 2011
La muerte: un renacer

Admirada y respetada, no hay seguramente en el mundo una personalidad científica a quien se le hayan otorgado tantos títulos de doctor honoris causa.
Kübler-Ross permaneció cientos de horas junto al lecho de enfermos moribundos, cuyos comportamientos, anotados minuciosamente, describe en los varios libros que publicó.
“Quisiera explicarte muy someramente lo que cada ser humano va a vivir en el momento de su muerte. Esta experiencia es general, independien¬te del hecho de que se sea aborigen de Australia, hindú, musulmán, creyente o ateo.
La experiencia de la muerte es casi idéntica a la del nacimiento. Es un nacimiento a otra existencia que puede ser probada de manera muy sencilla. Durante dos mil años se ha invitado a la gente a «creer» en las cosas del más allá. Para mí esto no es un asunto más de creencias sino un asunto del co¬nocimiento. Te diré con gusto cómo se obtiene ese conocimiento siempre que quieras saberlo. Pero el no querer saberlo no tiene ninguna importancia porque cuando hayas muerto lo sabrás de todas maneras,
En el momento de la muerte hay tres etapas. Con el lenguaje que utilizo en el caso de los niños moribundos de muy corta edad, digo que la muerte física del hombre es idéntica al abandono del capu¬llo de seda por la mariposa. El capullo puede compararse a un cuerpo hu¬mano, pero no es idéntico a tu ser real, sino que se trata solamente de la casa donde vives un tiempo. Morir significa, simplemente, mudarse a una casa más bella, ha¬blando simbólicamente, se sobreentiende. Desde el momento en que el capullo de seda se deteriora irreversiblemente, va a li¬berar a la mariposa, es decir, a tu alma.
En la segunda etapa estarás provisto de ener¬gía psíquica. Desde que tu alma abandona el cuerpo, advertirás enseguida que estás dotado de capacidad para ver todo lo que ocurre en el lu¬gar de la muerte, en la habitación del enfermo, en el lugar del accidente o allí donde has dejado tu cuerpo.
Estos acontecimientos no se perciben ya con la conciencia mortal, sino con una nueva percepción.
Mucha gente abandona su cuerpo en el trans-curso de una intervención quirúrgica y observa, efectivamente, dicha intervención. Todos los mé-dicos y enfermeras deben tener conciencia de este hecho. Eso quiere decir que en la proximidad de una persona inconsciente no se debe hablar más que de cosas que esta persona pueda escuchar, sea cual fuere su estado. Es triste lo que a veces se dice en presencia de enfermos inconscientes, cuando éstos pueden oírlo todo.
También es necesario que sepas que si te acercas al lecho de tu padre o madre moribun¬dos, aunque estén ya en coma profundo, ellos oyen todo lo que les dices, y en ningún caso es tarde para expresar «lo siento», «te amo», u alguna otra cosa que querrás decirles. Nunca es demasiado tarde para pronunciar estas palabras, aunque sea des¬pués de la muerte, ya que las personas fallecidas si¬guen oyendo. Incluso en ese mismo momento po¬déis arreglar «asuntos pendientes», aunque éstos se remonten a diez o veinte años atrás. Podrás libera¬rte de tu culpabilidad para poder volver a vi¬vir en libertad.
En esta segunda etapa, los ciegos pue¬den ver, los sordos o los mudos oyen y hablan otra vez. Una de mis enfermas que tenía esclerosis en placas, dificultades para hablar, y que sólo podía desplazarse utilizando una silla de ruedas, lo pri-mero que me dijo al volver de una experiencia en el umbral de la muerte fue: «Doctora Ross, ¡yo podía bailar de nuevo!»,
En un proyecto de investigación, participaron ciegos que no habían tenido ni siquiera percepción luminosa desde diez años an¬tes, por lo menos. Y estos ciegos, que tuvieron una experiencia cercana a la muerte y volvieron, pudieron de¬cirnos con detalle los colores y las joyas que lleva¬ban los que los rodeaban en aquel momento, así como el detalle del dibujo de sus jerséis o corbatas. Es obvio que ahí no podía tratarse de visiones.
En esta segunda etapa os dais cuenta también de que nadie puede morir solo, porque la gente que ha muerto antes que vosotros y a la que amasteis os espera siempre.
Lo que la Iglesia enseña a los niños pequeños so¬bre su ángel guardián está basado en estos hechos, ya que está probado que cada ser viene acompa¬ñado por seres espirituales desde su nacimiento hasta su muerte. Cada hombre tiene tales guías, lo creas o no, y el que seas judío, católico o no tengas religión no tiene ninguna importancia. Pues este amor es incondicional y es por eso que cada hombre recibe el regalo de un guía. Los niños pe¬queños los llaman «compañeros de juego». Así ocurrió con una anciana que al morir me dijo: «Ahí está de nuevo». Y sabiendo yo de lo que ella hablaba, le pedí que me partici¬para lo que acababa de vivir: «¿Sabe usted?, cuando yo era pequeña, él siempre estaba conmigo, pero lo había olvidado completamente». Al día siguiente moría contenta de saber que alguien que la había querido mucho la esperaba de nuevo.
En general, los que nos están esperando del otro lado, son los que más nos aman. Siempre los encontraremos en primer lu¬gar. En el caso de los niños pequeños, de dos o tres años por ejemplo, cuyos abuelos, padres y otros miembros de la familia aún están con vida, es su án¬gel de la guarda personal quien generalmente los acoge; o bien son recibidos por Jesús u otro perso¬naje religioso. Yo nunca he tenido la experiencia de que un niño protestante, en el momento de su muerte, haya visto a María, mientras que ella es percibida por numerosos niños católicos. Aquí no se trata de una discriminación, sino de que son es¬perados en el otro lado por aquellos que tuvieron para ellos la mayor importancia.
Después de realizar en esta segunda etapa la in-tegridad del cuerpo y después de haber reencon-trado a aquellos a los que más se ama, se toma con¬ciencia de que la muerte no es más que un pasaje hacia otra forma de vida. Se han abandonado las formas físicas terrenales porque ya no se las nece¬sita, y antes de dejar nuestro cuerpo para tomar la forma que se tendrá en la eternidad, se pasa por una fase de transición totalmente marcada por fac¬tores culturales terrestres. Puede tratarse de un pa¬saje de un túnel o de un pórtico o de la travesía de un puente.
Después de realizado este pasaje, una luz brilla al final. Y esa luz es más blanca, es de una claridad absoluta, y a medida que te aproximas a esta luz, te sentirás lleno del amor más grande, indescriptible e incondicional te puedas imaginar. No hay palabras para describirlo.
Cuando alguien tiene una experiencia del um-bral de la muerte, puede mirar esta luz sólo muy brevemente. Es necesario que vuelva rápidamente a la tierra, pero cuando uno muere —quiero decir, morir definitivamente— este contacto entre el ca¬pullo de seda y la mariposa, podría compararse al cordón umbilical («cordón de plata»)* que se rompe. Después ya no es posible volver al cuerpo terres¬tre, pero de cualquier manera, cuando se ha visto la luz, ya no se quiere volver. Frente a esta luz, te das cuenta por primera vez de lo que el hombre hu-biera podido ser. Vives la comprensión sin juicio, vives un amor incondicional, indescriptible. Y en esta presencia, que muchos llaman Cristo o Dios, Amor o Luz, se comprende que la vida aquí abajo no es más que una escuela para aprender ciertas cosas y pasar ciertos exá¬menes Si terminado el programa lo aprobamos, entonces podemos entrar.
Muchos preguntan: «¿Por qué niños tan bue¬nos deben morir?». La respuesta es sencillamente que esos niños han aprendido en poco tiempo lo que debían aprender. Y según las personas se tratará de cosas diferentes, pero hay algo que cada uno debe aprender antes de poder volver al lugar de donde vino, y es el amor incondicional. Eso es el más importante de los exámenes.
En esta Luz, en presencia de Dios, de Cristo, o cualquiera que sea el nombre con que se le deno¬mine, debes mirar toda tu vida terrestre, desde el primero al último día de la muerte.
Volviendo a ver como en una revisión la propia vida, ya estás en la tercera etapa. Ahora posees el conocimiento. Cono¬ces exactamente cada pensamiento que tuviste en cada momento de tu vida, conoces cada acto y cada palabra que pronuncias¬te.
Esta posibilidad de recordar no es más que una ínfima parte de tu saber total. Pues en el mo-mento en que contemplas una vez más toda tu vida, interpretarás todas las consecuencias que han resultado de cada uno de tus pensamientos, palabras y actos.
Dios es el amor incondicional. Después de esta «revisión» de tu vida, no será a Él a quien harás responsable de tu destino. Te darás cuenta de que tú mismo fuiste tú peor enemigo. Ahora sabes que cuando tu casa ardió, que cuando tu hijo murió, o cuando te quedaste sin trabajo o sin pareja, todos estos golpes representaron oportunidades para crecer en comprensión, en amor, en todo aquello que aún debemos aprender. Hemos sido creados para una vida sencilla, be¬lla, maravillosa…
Morir no debe significar nunca padecer el dolor. En la actualidad la medicina cuenta con medios adecuados para im¬pedir el sufrimiento de los enfermos moribundos. Si ellos no sufren, si están instalados cómoda¬mente, si son cuidados con cariño y si se tiene el coraje de llevarlos a sus casas, entonces nadie protestará frente a la muerte. Ningún moribundo os pedirá una inyección si lo cuidáis con amor y si le ayudáis a arreglar sus problemas pendientes,
Para terminar quisiera aseguraros que estar senta¬do junto a la cabecera de la cama de los moribundos es un regalo, y que el morir no es necesariamente un asunto triste y terrible. Por el contrario, se pue¬den vivir cosas maravillosas y encontrar muchí¬sima ternura. Si transmitís a vuestros hijos y a vuestros nietos, así como a los vecinos, lo que ha¬béis aprendido de los moribundos, este mundo será pronto un nuevo paraíso. Yo pienso que ya es hora de poner manos a la obra.
martes, 1 de febrero de 2011
DÉJÁ VU

"Déjá Vu" ocurre, por ejemplo, cuando nosotros caminamos por un lugar, vemos una calle, una casa y de pronto decimos o pensamos “yo ya estuve aquí alguna vez en el pasado”.
Esa extraña sensación de haber vivido antes una determinada situación es llamada por los franceses déjà vu, que quiere decir “ya visto”. Este nombre se debe a un científico francés de finales del año 800, Emile Boirac.
El 80% de las personas ha tenido alguna vez la sensación de estar viviendo una experiencia vivida anteriormente. El efecto dura tan sólo unos segundos, pero la persona que lo vive puede sentirlo como más largo debido a la sensación de intranquilidad que le invade. El sitio o los hechos son reconocidos inmediatamente. Sin embargo, resulta imposible ubicar en el pasado una situación igual, y cuanto más se esfuerza la persona por atrapar el recuerdo, más se desvanece. La confusión aumenta al comprender que no se trata simplemente de recordar una cara, un sitio o un olor, sino una experiencia entera.
Los psicoanalistas opinan que lo inducen las fantasías inconscientes de la persona: es fruto de los sueños diurnos. Según estos especialistas, el fenómeno está relacionado con algo de gran importancia para el sujeto.
Los psicólogos y los neurólogos consideran que en el cerebro se activan por error los circuitos neuronales responsables de la sensación del recuerdo. Por eso se "recuerda" algo que realmente no ha pasado. Es decir, para esta rama de la ciencia, el déjú vu una alteración de la memoria.
La explicación definitiva que ofrecen, sin embargo, es que son hechos repetitivos de la conciencia o de la memoria consciente: hechos similares, que según ellos, "acontecieron en un tiempo atrás indeterminado y se vuelven a vivir de pronto”. Muy interesante éste último, pues aún sin admitirlo abiertamente, no descarta la posibilidad de que estos hechos pudieron suceder en una vida pasada.
Bajo el punto de vista espiritual, el Déjá vu no es otra cosa que un breve recuerdo de una vida pasada. A nivel consciente, no podemos recordar nuestras vidas anteriores, pero algunas imágenes se activan al estar en un determinado sitio, o con determinadas personas. Como ejemplo, citaré a una paciente venezolana que viajó a Italia por primera vez en su vida, acompañada por el esposo y dos hijos adolescentes. Al visitar las ruinas de Pompeya, comenzó a experimentar una indefinida sensación de ansiedad. Y cuando llegaron a una de las callejuelas flanqueada de casas derruidas, fue presa de una emoción muy grande, que le provocó temblores en el cuerpo y una sudoración nerviosa. Indicó unas ruinas un poco apartadas de las demás, rodeadas por lo que parecía un patio, llamándolas “Stabula” y dijo que ella estaba ahí. “Calor, calor, me ahogo…” murmuró antes de desmayarse. Cuando recuperó la consciencia, no recordaba gran cosa del suceso, pero insistió para que se fueran cuanto antes de ahí, debido a la gran angustia que experimentaba.
En este caso, el Déjá vu fue muy fuerte y claro, deja comprender que la persona pudo haber estado en Pompeya cuando quedó enterrada bajo la lava del volcán.
Pero, aun cuando no tenga esta intensidad, toda experiencia de este tipo, deja una impresión muy marcada en quién la vive.
(Los “Stabula” eran establecimientos con establos que se componían de un patio abierto rodeado de comedores y en cuyo piso superior se encontraban los dormitorios)
miércoles, 2 de junio de 2010
JUSTIFICACIONES

Siempre la culpa es de otro, ellos son unas pobres víctimas, unos inocentes… que no engañan a nadie.
En casi todos los casos, se intenta justificar algo que no tiene justificación y sí en cambio arreglo, poniendo buen cuidado en fijarse en lo que se hace mal y no volver a hacerlo.
Pero hay otros casos en lo que justificarse es como pedir disculpas. Y cuando uno siente que no tiene nada por lo que disculparse, la situación se torna realmente incómoda. Esos son los seres de baja autoestima, los que han entregado a otros su poder, los que siempre necesitan aprobación para sus actos. En cambio de actuar y asumir, tratan de eludir su responsabilidad buscando escusas también. En cambio de decirle a su pareja que compró aquella cartera cara sencillamente porque le gustó, saca a relucir una cantidad de motivos a veces absurdos, cuando hubiese sido más sencillo decir simplemente la verdad: me gustó y la compré porque merezco gratificarme con algo lindo.
Una justificación es un argumento que busca convencer a alguien que una decisión tomada es la más apropiada, y la verdad es que un ser humano adulto, equilibrado y responsable no necesita andar por el mundo justificándose, sino asumiendo cabalmente su responsabilidad.
Asumir la propia responsabilidad es una actitud que todos deberíamos fortalecer, ejercer y enseñar como forma de mejoramiento individual, pero también social.
jueves, 11 de junio de 2009
POLO POSITIVO, POLO NEGATIVO

Voy a explicar en forma sencilla dos de estos principios, el de Polaridad y el de Generación, tratando de aclarar lo que cada uno significa y la importancia que tiene su comprensión en nuestra vida y evolución.
El Principio de Polaridad nos dice que todo es doble, todo tiene dos polos; su par de opuestos. Los semejantes y los antagónicos son lo mismo, un todo continuo con dos polos que percibimos como extremos. Los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado.
Por ejemplo, blanco y negro son de idéntica naturaleza, pero de un extremo a otro, hay varios grados de grises. Sin embargo ¿Dónde termina el blanco y comienza el negro? ¿En qué punto termina la oscuridad y comienza la luz? ¿Dónde acaba la alegría, dejando paso a la tristeza? No existe una línea divisoria, solo es cuestión de relación entre los dos extremos.
Los opuestos están presentes en todo: el odio es el polo extremo del amor, el miedo del valor, lo positivo del negativo. Tratándose de sentimientos y estados de ánimos, nosotros decidimos en cual polo nos situamos. Vivir con el corazón lleno de resentimiento nos hace sufrir a nosotros, no al objeto de nuestra rabia, somos nosotros los que pasamos los días amargados y con expresión de tristeza… mientras al otro polo nos espera la sonrisa y la alegría. Si nos ponemos a reflexionar sin querer engañarnos, ¿quién es el responsable de ciertas circunstancias negativas que estamos viviendo? Por más que queremos culpar a la pareja, a la suegra, al vecino o al perro que ensucia el piso, nosotros somos los responsables, porque no ponemos fin a la situación que nos está molestando, tal vez porque el “ser víctimas” nos hace sentir bien, les damos a los demás algo por el cual compadecernos. Aquí estamos en el extremo del victimismo, a la otra punta nos espera el respeto hacia nosotros mismos, con el reconocimiento de nuestro valor como ser humano.
Todo lo negativo tiene su opuesto, y nosotros tenemos la facultad de decidir que extremo escogemos. Cada ser humano realiza sus propias elecciones. Quién prefiere situarse en lo negativo tendrá como consecuencia todo lo que a él pertenece, mientras en el polo positivo espera la sonrisa y la esperanza. ¿Cómo lograrlo? Pues de un paso por vez, tratando de mantener la conciencia despierta. Cuando te sientes sumergido en la tristeza, fuerza una sonrisa. Solo inténtalo, y verás como las vibraciones negativas comienzan a cambiar. Cuando comprendes que la ira te está cegando, respira profundo y defiende tu posición con firmeza y de forma asertiva, sin perder el dominio de la situación. Y así puede efectuarse la transmutación siempre entre cosas de la misma clase y de grado diferente: el amor es positivo en relación al odio, la seguridad es positiva en relación al miedo, la actividad, opuesta a la inercia, la verdad en relación a la mentira, la prosperidad en relación a la miseria…
Generación
La generación existe por doquier y se manifiesta en todos los planos. Este principio se refiere a la creatividad; nos dice que para crear algo nuevo se necesitan dos energías, la masculina y la femenina.
Como el principio de polaridad, el de generación habla de dos energías opuestas pero, en este caso, de naturaleza diferente, pues femenino y masculino no pueden ser polos de una línea continua. Se diferencia del primero porque se refiere exclusivamente a un proceso creativo. Y no estamos hablando de sexo, ese es una de sus manifestaciones, pues más allá de nuestro sexo, cada ser humano encierra principios femeninos y masculinos y solo integrándolos lograremos el equilibrio necesario para vivir plenamente y en perfecta armonía.
Una mujer muy dependiente y sumisa, que no ha desarrollado la parte masculina de fuerza e independencia, jamás podrá ser completamente feliz. Lo mismo sucede con los hombres machistas, temerosos de dejar aflorar su parte de energía yin, en algún momento sufrirán esa falta. Padre y educadores podemos ayudar a integrar estas energías desde tierna edad, por ejemplo, permitiéndole a los varoncitos llorar cuando la situación lo amerita sin tacharlos de “mujercitas”, y dejando de inculcarles a las niñas sumisión frente a la figura masculina.
Para generarse la electricidad, se necesitan dos polos: positivo y negativo. Con la unión de ambos nace el equilibrio que proporciona la chispa creadora. De la misma forma, de manera inconsciente los seres humanos nos acercamos a personas con la polaridad que nos falta, buscando el complemento. Así, el tímido se siente atraído por los extrovertidos, el sumiso por el independiente, el débil por el fuerte. Pero ¡atención! la idea no es reforzar la carencia, por ejemplo el débil no puede resignarse a ser victima del fuerte ¡todo lo contrario! Cada uno debe aprender del otro, usarlo de espejo por lo que se debe y no se debe hacer, hasta encontrar el punto de equilibrio en su forma de actuar.
La energía femenina es muy imaginativa y creadora a nivel mental, pero de nada sirve si no pone en practica lo ideado, si no pone a trabajar la parte masculina y activa de su ser. De la misma forma, un ser muy enérgico no llegará a nada si no tiene la fantasía (polo femenino) para renovarse. El subconsciente, está asociado al aspecto femenino; el consciente, al aspecto masculino. Nuestra mente subjetiva es la que imagina, visualiza, sueña; y cuando fusionamos el aspecto femenino (imaginación) con el aspecto masculino (voluntad) se produce la creación mental.
Como hemos visto, la tendencia de asociar este principio únicamente con el sexo es completamente errónea. Como toda energía creadora, la maravillosa y sagrada fuerza sexual hay que controlarla y equilibrarla, pues los bajos instintos pueden llevar a la destrucción. Una pareja, al unir lo femenino y masculino, forma una célula que debería desarrollarse armoniosamente, generando otros seres dentro de un marco de amor y comprensión. Lamentablemente, en la realidad vemos que no es así, pues uno de los dos polos tiende a querer someter el otro… sin darse cuenta de que está negando parte de su propia esencia natural.
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