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lunes, 10 de noviembre de 2014

Desde el amor...


Los seres humanos tenemos dos opciones para enfocar ciertas situaciones: desde el amor o desde el ego. Lamentablemente, casi siempre dejamos que sea el ego el que domine. En una discusión siempre creemos tener la razón (sino la discusión no se formaría). Nos aferramos a nuestra posición sin pensar en las consecuencias, y así se rompen relaciones de parejas, familiares, de amistad. En el momento de la rabia, esto no nos importa mucho. Tenemos la razón y punto. Y no digo que no la tenemos, la reflexión es  ¿estamos  verdaderamente dispuestos a  alejarnos  de la persona con la que estamos discutiendo? Es ahí cuando debemos pensar un poco y ver si el ego nos está obligando a dar un paso del que pronto estaremos arrepentidos.
Y este “pronto” puede que sea ya demasiado tarde. Porque  nuestro “contrincante” también tiene su medida de ego, y puede no estar dispuesto ya a pactar.
¿Estoy sugiriendo ofrecer la otra mejilla y dar la razón al otro  porque sí? ¡En absoluto!
En primer lugar, hay seres con los que no vale la pena discutir, porque no son tan importantes en nuestras vidas como para gastar energías  en ello. Actuando desde el amor, los bendecimos y seguimos adelante sin engancharnos.
Pero si esta persona hace parte de nuestro círculo íntimo, sugiero que en el momento de la rabia, nos centremos en el ser  con el que estamos discutiendo: nuestro compañero, o hijo, o hermano, o amigo…. Es alguien a quién amamos, y a quién el ego nos está empujando a herir profundamente con nuestras palabras. Es el momento de respirar profundamente y razonar.
Es el momento de preguntarnos ¿quiero actuar desde el ego o desde el amor? Y dar el ejemplo diciendo que no estamos en la mejor disposición de ánimo para aclarar la situación.
Más tarde podremos  hacerlo,  pero  ambos desde la calma,  la paz.


martes, 24 de septiembre de 2013

QUIERETE MUCHO


Días atrás, al despedir una paciente nueva, le dije una frase que repito muy seguido: Hasta la próxima, y mientras tanto quiérete mucho.

Ella me miró sorprendida. “Esta  frase deberíamos decírsela a los que están a mi alrededor, porque  son ellos lo que deben  quererme, no yo misma”

En ella había detectado serios problemas de autoestima, y esta respuesta suya  fue el punto de partida de estas reflexiones, puesto que me doy cuenta de que muchas personas aún tiene una idea distorsionada sobre  la forma en que deben asumir su existencia.  Son los que creen que su felicidad depende de los demás, o de las circunstancias que rodean su existencia. Creen que hallarán la tranquilidad existencial  cuando  consigan  una  pareja, o un mejor trabajo o cuando se ganen la lotería. Estos son los seres que viven de expectativas, que dependen de otros   o de un acontecimiento  para estar contentas, y llegado el momento, no dudan en entregar su poder personal, esperando que  “la quieran  y la hagan feliz”.  ¿Se imaginan la responsabilidad que estamos echándole sobre los hombros  a esta persona, quién, confiadamente, quiere comenzar una relación? ¿Y se imaginan si esta otra persona  tiene los mismos deseos y expectativas? ¿Quién va a hacer feliz a quién, si ambos esperan que el otro realice el trabajo?

¡Que error tan grande! Nunca podremos ser felices al lado de una pareja si no nos hemos realizado como seres, pues antes de llegar a ser pareja somos individuos, y un individuo no puede pasar a un grado superior si no ha aprobado todas las materias. Y esto no significa haber vivido aventuras,  haber viajado y conocido un montón de gente o bailado hasta el amanecer. Significa conocernos interiormente,  reconocer nuestro valor, nuestros dones y defectos, trabajar para mejorar las cosas negativas y  felicitarnos  por las positivas.  Realizarnos significa también buscar el trabajo más afín a nuestros deseos, disfrutar de las cosas que nos gustan  y  tener consciencia de nosotros mismos   y nuestras necesidades. Y, por supuesto, aprender a satisfacerlas personalmente. En fin, tomar la responsabilidad de vivir,  sin pretender que otro tiene   el deber  de ayudarnos a salir adelante, de hacernos felices y asumir   la culpa si esto no sucede.

Bajo este contexto,  una pareja viene a ser el complemento de nuestra realización, no el factor que la proporciona.  Por tanto, una persona que comienza una relación, debe esperar que algo nuevo se añadirá a lo que ya  tiene, para aumentar esta sensación de satisfacción y plenitud. Aumentarla, no proporcionarla.

jueves, 14 de junio de 2012

AMOR

Una madre que observa sonriente a su hijo, un hombre que abraza a su pareja, alguien que acaricia a su perro, la joven que le ofrece el brazo a un anciano, para sostenerlo mientras camina… Todos, si bien de diferentes formas, están manifestando el mismo sentir: amor, el sentimiento más importante de los seres humanos, inherente a nuestra misma naturaleza. Amor, sublime impulso de Dios, energía que mueve los mundos, que todo lo crea, transforma, eleva... Es lamentable que el caudal de sentimientos instintivamente amorosos de un bebé sean, poco a poco, reprimidos por los adultos debido a las exigencias de la sociedad, que ha instaurado ciertos patrones de conducta, fundados en el egoísmo. Todos los pensamientos del ser humano, palabras y acciones deberían estar basados en el amor, pues precisamos sentirnos apreciados, respetados y comprendidos para convivir armónicamente y poder así participar con el corazón de las alegrías de familiares y amigos. Todos necesitamos que nos manifiesten cariño, cercanía, afecto, y todos necesitamos mostrarlo. Nada puede sustituir la calidez de un abrazo, la ternura de una caricia o el brillo de una mirada. El deber de amar comienza con nosotros mismos, para poder expandir este sentimiento hacia nuestros semejantes y el medio ambiente que nos rodea, por eso es necesario establecer limites y mantenerlos firmemente, respetándonos, sin permitir que el otro viole nuestros derechos personales. Amar significa dar, compartir, comprender, servir, convivir y respetar. Amar significa manifestar bondad, compasión y afecto, y si todos actuáramos bajo estos preceptos conoceríamos la paz y la alegría de vivir. Amar es comprender a otro ser humano sin juzgarlo ni descalificarlo, aceptar sus decisiones sin condenarlas, respetarle el derecho inalienable de elegir su propio camino, es darle la libertad para que se descubra a sí mismo, luego aceptarlo sin condiciones. Es valorar la otra persona por ser como es, no como nos gustaría que fuera, perdonando sus faltas y errores y ofreciéndole nuestra mano para ayudarlo a levantarse cuando cae, sin recriminaciones. Amar es mirar más allá de la expresión física de un ser humano, y encontrar aquella esencia pura y universal, es encontrar las palabras justas para expresar nuestro enfado sin ofender al ser querido, poder manifestar lo que molesta e incomoda sin herirlo o lastimarlo. También es compartir y disfrutar las alegrías y aceptar las discrepancias. Y finalmente, si llega a ser necesario, es ser capaz de despedirte en paz y en armonía, de modo que ambos puedan recordar con gratitud los momentos compartidos. Finalizo con un hermoso pensamiento de Kahlil Gibran: Durante mi juventud el amor será mi maestro; En la madurez, el amor será mi ayuda; Y en la viejez, el amor será mi encanto

VIDA EXTRATERRESTRE

Mucho se ha hablado sobre la presencia de vida en otros planetas. Las especulaciones han sido infinitas, que si los enanitos verdes, los gig...