En mi novela “El hombre que vino de Cartex”, relato sobre una nave extraterrestre que, por
un desperfecto, cae en la Tierra. Los representantes de un país terrestres se
adueñan sigilosamente de la misma y tratan de sacarle provecho para adelantar tecnológicamente a
los demás países.
¿Pura ficción? No. Estoy segura que algo parecido ha sucedido, y más de una vez.
Millones de personas en el mundo hablan de avistamientos
de naves; otros llegan más lejos y afirman
que han viajado en ellas, ya sea invitados o abducidos. Los detractores
los tachan diplomática o abiertamente de
visionarios, mentirosos o locos.
¿De verdad creen posible que se trata de
histeria colectiva, que tantos testigos mienten, o son víctimas de ilusiones?
Realmente, no atino a comprender a qué se debe este afán de negación, si ya se
sabe que hay miles de galaxias y la posibilidad de que existen otras
civilizaciones es más que posible.
Volviendo al tema de las naves precipitadas, tenemos
hechos y testigos que ni los gobiernos más autoritarios han logrado callar.
El de Roswell, en
1947, es el más popular y cuestionado. El impacto de la nave extraterrestre en tierra, fue divulgado antes de que los
altos mandos pudieran intervenir. Es el
coronel William Blanchard quien honestamente
participa a la prensa el hallazgo de un
platillo volante, que se había estrellado en una granje de Nuevo Mexico. Estas declaraciones inmediatas pocas horas después,
cuando ya la noticia ha trascendido internacionalmente, son
desmentidas oficial y
categóricamente. El general Ramey, jefe y portavoz de la misión de rescate,
afirmó que se trataba de los restos de un globo meteorológico. Más adelante, otros militares declararon que eran los
detritos de un vuelo del proyecto
Mogul, un
sistema de detección acústica de baja frecuencia, con los que trataban de captar explosiones nucleares soviéticas.
Éste
fue el inicio de una de las más grandes campañas de desinformación y
encubrimiento que ha durado hasta la fecha . Pero los
ufólogos nunca creyeron esta versión de los hechos. Poco a poco la mentira se
ha ido cayendo para surgir lo que en realidad
sucedió. Las investigaciones no
se han detenido a través de los años, y desde aquella fecha, recién después del accidente, hasta ahora,
continuamente aparecen nuevos
testigos. Según estos testimonios, el
rancho Brazel estaba el día 2 de julio lleno de
curiosos que aseguraron posteriormente que la nave recuperada llevaba
tripulantes. Cotejando las declaraciones, los investigadores aseguran que los extraterrestres estaban vivos antes y
durante la autopsia… Todos los
participantes de la misma y en la
recolección de los restos fueron intimidados y amenazados por las autoridades.
Una verdadera conspiración de silencio se levantó alrededor del hecho, a pesar
de la cual, cada día se filtraban las declaraciones de los testigos.
Décadas más tarde, en 1978, el oficial de inteligencia Jesse Marcel,
subordinado de Blanchard y también
testigo presencial, revela la verdad de los hechos, confirmando la
versión de su superior, y añadiendo más detalles. Por ejemplo, la
presencia de los tripulantes
alienígenos y la sucesiva autopsia
realizada.
En 1991, el general Del Bose, el jefe de estado-mayor del
general Ramey en 1947, confirmó que este último sustituyó los restos hallados
en el accidente de Roswell por los de un globo de meteorología, que fue el que
mostró a los periodistas.
Cabe preguntarse ¿a qué se debe esta necesidad de
silencio?
Hoy en día, negar ciertos hechos es un absurdo, pues más
y más personas alrededor del mundo creen
en la presencia de otros habitantes del universo, una creencia, por demás,
cierta e incuestionable.
Sin embargo, el engreimiento de algunos seres humanos
que ocupan puestos de poder, va
más allá de la razón y la evidencia. Y mientras no tomemos conciencia de ello,
no estaremos preparados para que nuestros Hermanos Superiores se presenten
abiertamente.
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